La rutina como aliada
La red se llena durante estos días artículos con ideas y trucos para vencer el “síndrome postvacacional”. Tanto escucharlo, tanto leerlo….todos acabamos detectando algunos de los síntomas que definen este síndrome: cansancio, desgana, pereza, estrés…Sin embargo, es una etiqueta más, y ya conocemos sus temidos efectos.
Sí, el “síndrome post vacacional” existe; existe en cuanto a sensaciones, pero no como patología. Después de estar unos días fuera del entorno habitual, haciendo cosas diferentes y con menos obligaciones, las reacciones de pereza y desgana son absolutamente comprensibles. No sufrimos ninguna enfermedad, simplemente nos estamos “readaptando”.
Volver a la rutina tiene un matiz negativo, pero, ¿realmente es tan malísima como nos la quieren pintar?
¿Y si probamos a acercarnos a ella?
Por un lado, la vuelta a nuestra actividad habitual nos ofrece un cierto control que nos permite organizarnos para optimizar nuestro tiempo, ya que podemos anticipar los horarios que seguiremos, dónde estarán nuestros hijos mientras nosotros estemos trabajando, que ratos podremos dedicar a hacer las cosas que nos gustan….Esta posibilidad de organización, aunque todos pensemos que nos gusta más poder improvisar, nos ayuda a rebajar el estrés que implica la gestión del día a día.
Por otro lado, volver al día a día puede suponer la puesta a prueba metas y objetivos que hemos madurado durante el periodo de relax: empezar a practicar algún deporte o una colección de cualquier cosa, algún curso que tenemos pendiente hace tiempo….nuevas motivaciones en definitiva, que nos ayudan a crecer y a hacer que todo no sea un “más de lo mismo”.
Rutinas positivas
Podemos pararnos a pensar en que regresar a nuestro día a día es inevitable, que la sensación de pereza estará presente, pero de nosotros mismos depende la fuerza que adquiera esta desazón. Cuanto más control nos otorguemos a nosotros mismos de la situación, más llevadera la percibiremos.
Puede ayudarnos establecer rutinas positivas que afecten a algunas de las pequeñas elecciones del día a día. Un ejemplo podrían ser las siguientes situaciones:
“Cada día tengo que coger el metro para ir a trabajar, es hora punta y está lleno de gente. ¿Sería capaz de encontrar un libro que pudiera abstraerme durante el trayecto? De todas las veces que subo y bajo, la mitad de ellas lo haré por subiendo por las escaleras”.
“Cuantas veces me he repetido que me gustaría cambiar de trabajo. Esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo, hará que repita el mismo camino. Puede ser un buen momento para hacer balance de lo que he hecho hasta ahora y que resultados me ha aportado”.
Empecemos por el principio
Algunas ideas para empezar a mirar la rutina como nuestra aliada.
- Elaborar una lista con lo que REALMENTE quiero hacer. Rara vez conseguiremos acabar algo que hemos empezado sin estar del todo convencidos.
- Ser conscientes y realistas del tiempo del que disponemos. Ser demasiado “optimistas” respecto a la cantidad de tiempo que tenemos nos suele llevar a la sensación de no poder llegar a todo.
- Empezar por aquellos cambios asumibles, aunque parezcan mínimos. Pequeñas decisiones pueden provocar el efecto mariposa.
Tú decides que dirección tomar. ¡Feliz vuelta a la rutina!